«ANYWHERE» versus «TA COPÓN»

Tengo una amiga que usa como coletilla Anywhere y otra amiga que usa Ta copón. La primera es un par de años mayor que la segunda y se va de vacaciones a la montaña en autocaravana o furgoneta. Le encanta el monte y hace senderismo. La segunda se va de vacaciones a hoteles de cuanto más estrellas mejor y ubicados en primera línea de playa. Donde haga calor y pueda tomarse un margarita a primera hora de la mañana.  «A que te lo hagan todo» según sus propias palabras. Una odia bañarse en el agua fría, la otra no soporta el agua caliente. Para una de ellas los centros comerciales son puntos neurálgicos de su ocio, para la otra son un mal necesario. Una de ellas va a misa cuando toca y es necesario porque en realidad no es muy religiosa y a duras penas ubicará personajes, hechos y otros sucesos de la historia y tradición católica. La otra es más religiosa y ha visto documentales y leído artículos y libros sobre figuras y hechos bíblicos, pero no va mucho a misa a pesar de mantener una entrañable relación con el párroco de su Iglesia.

Una de ellas te habla de su depresión con sinceridad, sin vergüenza. La otra es difícil que saque el tema y si lo sacas tú su conversación se vuelve vacía, impersonal. A ambas les encanta la cerveza. Una de ellas va a un nutricionista para bajar unos kilitos y poder ponerse un vestido en una fecha especial. La otra vive obsesionada con su peso y va a al gimnasio en la hora de la comida para evitar la tentación, come las fabes con tenedor y solo desayuna un café. A una de ellas nunca le he visto con la cara lavada. Una de ellas cuando se ríe monta tal escándalo que todo el mundo la mira, ríe con la boca abierta, se dobla sobre sí misma y se vuelve a incorporar varias veces hasta que pierde intensidad la risa. La otra se tapa la boca con la mano y ladea un poquito la cabeza, pero tiene una risa contagiosa y por muy triste que estés siempre acabas riendo con ella.

Una de ellas es anti-taurina; la otra taurina. Una de ella no deja que las raíces del pelo se le vean y se tiñe el pelo cada segundo viernes del mes y le encanta hacerlo.  La otra nunca se tiñe el pelo y lo considera una esclavitud más impuesta a la mujer. Se niega a estar atada a una peluquera de por vida. A ambas les gusta leer.

Una de ellas hace las cosas porque tiene que ser así; la otra porque le sale aunque lo que «le sale» no es siempre lo correcto ni para ella ni para nadie. Una de ellas conoció a su novio a los trece años, se casó a los veinte y a los treinta ya hacía tiempo que era mamá de dos preciosos niños. La otra no supera la ruptura de su novio anterior, según ella «el amor de mi vida», se ha conformado con lo que la ha tocado y se ha casado a los treinta y seis y ha sido madre a los cuarenta. Una de ellas habla con una falsa resignación de su matrimonio, porque no puede evitar que se le iluminen los ojos cuando habla de su marido. La otra cuando habla de su felicidad conyugal  su mirada está vacía y solo se la iluminan los ojos si pasa un guapo mozo por su lado.

El marido de una escucha Bonobo; el de la otra a Julio Iglesias. Ambas viven en la misma ciudad, mi ciudad. Comparten bares y sus hijos colegios. Me encanta pasar tiempo con ellas, me enriquece y divierte. Son tan contradictorias y sorprendentes que a veces pienso que una es de Marte y la otra de Venus y al rato la de Venus se vuelve de Marte y viceversa. A veces me desorientan porque continuamente salen de sus típicos perfiles y  es como si se intercambiaran los papeles adrede, solo para desorientarme y enseñarme que nada está escrito y que es un error muy grande dar por hecho algo de alguien por muy obvio que creas que sea. Es de catetos las ideas preconcebidas. Son maravillosas y las adoro. ¡Gracias, chicas!

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